miércoles, 4 de enero de 2012

POEMAS A LOS REYES MAGOS

-"Vamos a disimular"-
Un rey a otro decía
al llegar ante el Portal.
-"A ver si no se da cuenta"-
Y es que se quedó detrás,
hacía ya varios días,
otra real majestad
que tras la estrella venía.
Pero, paró en el camino
y tanto pobre encontró,
que un enorme cofre abrió,
el que a Jesús le traía,
y a los pobres repartió
lo que el cofre contenía.
Melchor, Gaspar, Baltasar
entrecruzan sus miradas
al ir al Niño a adorar
y ningumo dice nada.
Y el Niño se sonreía.
Mas no era por los presentes
que aquellos magos de Oriente
le acababan de ofrecer.
Que la causa que tenía
a Jesús tan sonriente
era porque ya sabía
que el cuarto rey no vendría,
ocupado en el quehacer
de hacer feliz a la gente:
el rey de los indigentes
que nunca llegó a Belén.


***

Sé que ya no soy un niño.
Que en mi cabellera escasa
van surcando por las sienes
algunos hilos de plata.
Que unas pequeñas arrugas
se insinúan por mi cara
y un destello de tristeza
se trasluce en mi mirada.
Que ya perdí la inocencia
de cada infantil mañana
en que soñaba con ver
si, en aquel tiesto con agua,
había bebido el camello
de la real caravana.
Que los años van pasando
como si fueran semanas,
y los meses como días
y las horas como... nada.
Pero qué queréis que os diga,
a pesar de peinar canas
yo no pierdo la ilusión
ni tampoco la esperanza
y, por eso, cada año,
sigo escribiendo mi carta
en la que pido a los Reyes
las cosas más deseadas.
Les pido paz para el mundo
sin odio y sin amenazas.
Les pido un trabajo digno
para todo al que le falta.
Les pido tener más fe
y también más confianza
para ir haciendo verdad
lo que digo con palabras.
Salud para mi familia,
que es mi norte y que es mi ancla.
Que me guarden en el cielo
a mis viejos de mi alma.
Por los pobres olvidados,
por aquellos que ni hablan
porque les quitan la voz
para no oír sus demandas.
Les pido un cielo de estrellas
cuando las nubes avanzan
y, cuando anuncien tormenta,
que me regalen la calma.
Ya sé que no soy un niño
pero me sale del alma
seguir creyendo posible
el que, por arte de magia,
se pueda hacer realidad
el ansia más anhelada.
Por eso es que, cada año,
con alegría renovada,
y aunque me tilden de tonto,
de inocente o de Juan Lanas,
a los tres Magos de Oriente
sigo escribiendo mi carta.

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