viernes, 13 de abril de 2012

AVE MARÍA

Este poema, escrito hace ya algunos años, es un desarrollo de la conocida oración del Ave María que ahora publico.

María, la nazarena,
hija de Joaquín y Ana,
como en aquella mañana
se mudó tu tez morena
cuando escuchaste la nueva
en que un ángel te decía
que tu Señor te elegía
para ser madre de Dios,
hoy quiero decirte yo:
"Dios te salve, a ti, María".

María, La Inmaculada,
la que no tuvo pecado,
la que jamás ha manchado
el blancor de su alma  alada,
la que hunde su pisada
sobre el rey de la falacia,
sobre el que nunca se sacia
de tentar a los humanos.
Virgen santa te llamamos
porque "llena eres de gracia".

Al escuchar la misión
que el Señor te proponía
no te enzarzaste en porfía
ni mostraste indecisión.
El sí de tu aceptación,
sin reparo y sin abrigo,
fue el sí que se da a un amigo
en quien se cree y confía.
Tú no dudates, María,
y "el Señor está contigo".

Tu casa de Nazaret,
hogar humilde y sencillo,
en quien Dios era un chiquillo
hijo de María y José.
¡Con qué silenciosa fe
realizabas tus deberes!
por eso "bendita eres",
pues por tu ejemplo de vida
eres mujer elegida
"entre todas las  mujeres".

Tu ser se llenó de amor
y te invadió su presencia.
Dios en su humana presencia
se hizo carne en tu interior.
Tu ternura y tu candor
permiten que Dios se adentre
y un sagrario en ti se encuentre.
Pues si bendita eres tú
también "bendito es Jesús
que es el fruto de tu vientre".

María, mujer entera,
aceptaste con coraje
aquel divino mensaje
que el arcángel te dijera
en aquella primavera
estando a solas los dos.
Tú escuchaste a tu Señor
y tu Señor te bendijo
entregándote a su Hijo
para ser "Madre de Dios".

De Jesús siempre a su lado,
siempre atenta y expectante,
con tu mirar anhelante
y tu silencio sagrado.
Ese vivir tan callado,
tragándote tus dolores,
viendo al rey de tus amores
cómo la muerte le llega.
No calles, María, y "ruega
por nosotros, pecadores".

Tu débil cuerpo sufriente
se derrumbó en el Calvario.
Envuelto está en un sudario
tu hijo, en cuerpo yacente.
El sol se esconde en poniente,
mientras tú, la mujer fuerte,
quedas exhausta e inerte.
No te derrumbes, señora,
yo te necesito "ahora
y en la hora de mi muerte".