jueves, 3 de julio de 2014

CENA DE CELEBRACIÓN DE MI JUBILACIÓN

El pasado día 26 de junio se celebró, en uno de los salones del hotel Monasterio, la cena de Fin del Curso 2013-14 que coincidía, además, con el último año en la docencia de tres profesores del I.E.S. Pintor Juan Lara, entre los que me encontraba.
Se trataba de despedir de manera oficial, aunque sin demasiadas formalidades, a unos compañeros tras sus muchos años dedicados al trabajo en el aula. Risas, buen ambiente, brindis y regalos se sucedieron a lo largo de los postres de una cena que resultó agradable y bien servida.
Cada profesor jubilado tuvo su pequeño panegírico a cargo de algún compañero del departamento. En mi caso, fue Fernando Polanco el encargado de realizarlo. De sus cariñosas, sentidas y simpáticas palabras deseo resaltar lo siguiente:

"Voy a destacar tres rasgos que son harto visibles en tu personalidad. El primero de todos es tu gran  profesionalidad... [...] eres, Juan, un profesor vocacional, que te tomas muy en serio tu trabajo y procuras, no solo dar la mejor preparación académica a tus alumnos, sino también ofrecerles un modelo de comportamiento que los haga crecer como personas.
La segunda característica que destaco de esta sucinta semblanza de Juan es su capacidad de compromiso. Juan siempre ha sido un hombre muy comprometido con unas ideas en las que cree de manera firme y sincera y que le han hecho adquirir a lo largo de su vida responsabilidades...[...]  Ahora bien, esa firmeza en sus convicciones siempre las compatibiliza con el respeto y comprensión con el que disiente o posee una cosmovisión divergente de la suya.
Y la tercera cualidad que voy a subrayar de tu temperamento es el exquisito y vivaracho sentido del humor del que haces gala de continuo...[...] Pues bien, decía que esta particular jovialidad lo mismo te sirve para salpimentar lo soso y anodino que frecuentemente resulta lo cotidiano o para endulzar los amargos envites con que la veleidosa Fortuna, últimamente, te ha estado atacando. Todos nos congratulamos de que hayas sabido sortear todas estas adversidades y no hayan conseguido hacerte perder las ganas de sonreír."


El pasado día 24 se realizó la presentación de mi libro Desde lo hondo. Un libro escrito, como su propio título dice, desde lo más profundo de mis sentimientos y también desde lo más recóndito y oculto de esta sociedad: la cárcel.
El acto fue precioso. Me sentí acompañado por un numeroso grupo de personas con las que me unen el cariño y el afecto. Nunca pude imaginar un acto así en la presentación de mi primer libro. Las palabras de quienes me acompañaban en la mesa (presentador, pintor, prologuista) ensalzaron una obra que, si algo tiene de bueno, es estar escrita desde la verdad de los sentimientos.
En primer lugar, quiero destacar el poema de Rafael Alberti con el que Paco Arniz, autor de la portada del libro, cerró su intervención :

Ni barbas por dentro o por fuera.
Este es mi rostro, el mío, el verdadero.
Tengo sesenta años, sí, y los quiero
llevar como quien lleva una bandera.

Fuera más joven, y aunque no lo fuera,
cantando, como siempre, alegre, espero.
Vendrá otra edad, vendrá, pero primero
se tendrá que morir la primavera.

Tengo sesenta años. Amo al hombre,
al que en mi siglo levantó, robusto,
las rodillas y en paz abrió la mano.

Tengo fe en lo que creo, porque es justo.
Aquí lo afirmo y firmo con mi nombre:
Yo, Rafael Alberti, gaditano.

Y, entre otras muchas cosas, Felipe Ortuno, el prologuista del libro, dijo en su turno de palabra:
"Este poemario entra en las esencias del hombre, culpable o no, interesa en cuanto hombre, en aquello último que nadie puede arrebatar. Si alguien me preguntase entonces ¿cuál es el cuerpo y el sustrato fundamental de esta poesía? Yo le diría sin titubeo: el alma. Una poesía centrada en el hombre, en el universo del hombre, en el reducido universo de su celda, volando más allá de las angustias por el deseo incontenible de la búsqueda de sentido, de una libertad que va más allá de los barrotes físicos del prisionero. Juan es también un prisionero del sentido, un agónico buscador de espacios que le navegan por dentro, que le transitan por las tripas de su vida. Aquí el poeta vierte el alma, sangra vida y hace que la literatura se comprometa en ese otro espacio que supera la forma estética, tan perfecta por otra parte. Forma conformando un fondo, fondo y forma en una exquisita simbiosis de la experiencia transmitida."

Un acto, por tanto, lleno de lirismo y de "buenas vibraciones" que sirvieron para sacar a la superficie tantas y tantas cosas pensadas, sufridas y escritas "desde lo hondo".

jueves, 19 de junio de 2014

"HE COMPETIDO EN LA NOBLE COMPETICIÓN, HE LLEGADO HASTA LA META"
           “He competido en la noble competición. He llegado hasta la meta”. Esta frase de Pablo de Tarso podría aplicarse a cada uno de los que hoy celebramos el final de nuestra etapa laboral.
            Miramos al pasado y nos parece mentira lo pronto que han pasado todos estos años dedicados a nuestra querida vocación: la enseñanza. A veces, nos encontramos por la calle a algunos de aquellos primeros alumnos y nos cuesta trabajo aceptar que aquella señora o aquel señor que tenemos ante nuestros ojos,  hayan sido alguna vez esos niños o jóvenes que se sentaban en el pupitre y a los que intentábamos adentrar en los secretos de nuestra asignatura.
            Y ahora decimos adiós a todo eso. Decimos adiós a toda una vida entre pizarras, tizas, libros de textos, exámenes, evaluaciones, boletines de notas… Y en estos momentos se mezclan muchas emociones y sentimientos contradictorios. Sentimos añoranza por ese tiempo que se nos fue casi sin darnos cuenta y que jamás volveremos a recuperar; sentimos contrariedad por aquellos proyectos que planeamos y, por las razones que sean, nunca pudimos realizar; sentimos melancolía por aquellos compañeros que se fueron quedando en el camino, por aquellos alumnos que nos dejaron marcada su huella, por aquellos momentos en los que vivimos con intensidad lo más bonito de nuestra profesión: el éxito de nuestros alumnos.
            Pero también sentimos alegría por haber llegado hasta aquí, por haber sido capaces de alcanzar esa meta de la que hablábamos al comienzo; sentimos satisfacción por el deber cumplido, por el trabajo bien hecho, por la dedicación constante y sentimos un lógico orgullo por haber trabajado en una de las profesiones más dignas e ilusionantes que existen. Es verdad que muchas veces incomprendida, en otras no apreciada y, en más de lo que sería justo, denostada.
            Cierto es que no existe el profesor perfecto, como tampoco existe la perfección en ninguna de las actividades que realizamos los seres humanos. Pero los años de experiencia profesional me han demostrado que, salvo muy escasas excepciones, el profesor es un excelente profesional cuyo objetivo prioritario es procurar lo mejor para sus alumnos. Lo mejor en formación cultural pero también, y eso es lo más importante, lo mejor en valores.
            Decía hace ahora una semana Elías Py, uno de los compañeros que hoy se jubilan, en unas declaraciones a un medio de comunicación que siempre la profesión de maestro ha sido necesaria pero que, actualmente, resulta imprescindible. En una sociedad tan materialista, tan desigual, en la que el paro juvenil alcanza cifras escandalosas y los jóvenes se angustian ante el futuro tan poco prometedor que les aguarda, es verdaderamente imprescindible recuperar esos valores de justicia social, de solidaridad y de compromiso por transformar el mundo que nos ha tocado vivir. Y ahí la escuela y sus profesionales tienen una gran tarea que cumplir y un apasionante reto que lograr.
            Muchas veces la sociedad olvida un hecho fundamental e incontrovertible: la cultura nos hace libres. Hablamos mucho de libertad, se nos llena la boca de grandes palabras y no caemos en la cuenta de que el principio básico para conseguir hacerlas realidad es ser cultos.
Contaba mi abuela paterna, que se llamaba Ramona y era una campesina analfabeta, nacida en Morón, que, cuando ella era pequeña recordaba cómo, cuando había elecciones, los señoritos de los cortijos les daban a sus trabajadores la papeleta con el voto y un duro de plata. De esa manera tan burda compraban su ignorancia. Desde que entré por primera vez en un aula me hice la firme promesa de que a ninguno de mis alumnos nadie le comprara su voluntad por un miserable duro y para ello había que convencerlos e ilusionarlos en que adquirir cultura y formación era la mejor conquista que podían alcanzar.
            Y puedo asegurarles que yo no soy ninguna excepción y que ese ha sido el mismo objetivo que cada profesor o profesora se ha propuesto a lo largo de su vida y se seguirá proponiendo. Cambiarán los tiempos, los partidos políticos, los sistemas educativos, pero siempre habrá en cada aula de este país y del mundo, un profesional preparado, animoso y lleno de ilusión por hacer bien su trabajo y conseguir que sus alumnos saquen al exterior lo mejor que cada uno de ellos lleve dentro.
            Emilio Flor lo sabe muy bien pues para ello es un experto en el latín. Educar, según su significado etimológico, significa “sacar fuera”, hacer que todas esas cualidades que las personas tenemos se manifiesten, sacar lo mejor de cada uno, hacernos un poquito mejores cada día. No me digan que no es una tarea apasionante e ilusionante y que merece que toda la sociedad la apoye, la valore, la mime y la dignifique. Nosotros, los que nos vamos, no lo disfrutaremos en primera persona porque ya no estaremos a pie de obra, pero los que se quedan, los profesores jóvenes que han iniciado hace más o menos tiempo su andadura en los centros educativos, lo necesitan. Necesitan que vosotros, padres y madres, estéis a su lado, comprendáis su trabajo y valoréis ante vuestros hijos la labor que, día a día, ellos realizan.
            Me gustaría acabar estas palabras tomando prestada la letra de una canción que se llama “Luz de septiembre” y que es un sencillo homenaje al maestro jubilado. Su autor es Daniel Altamirano y creo que es un bonito remate poético a esta sencilla intervención que he realizado en nombre de mis compañeros a los que, desde aquí, agradezco la deferencia y la confianza que han depositado en mí para convertirme en su portavoz, lo que para mí ha sido un honor y una satisfacción.
           
Lo imagino rodeado de palomas muy blancas,
caminando despacio, pensativo tal vez.
Con un libro en las manos, sereno y solitario,
jubilado y humilde como siempre lo fue.
A su lado, mi alma descifró tantos signos,
modulé, deletreando, la palabra DEBER.
Y crecí desde adentro hacia todos los rumbos,
y me fui por el mundo con sus libros de fe.
Era niño, el asombro de la vida en mis ojos,
yo traía el deseo de saber, de aprender.
Observando su rostro, su actitud ante el mundo,
la palabra JUSTICIA se hizo carne y raíz de mi ser.
Hoy resulta que vuelvo hacia atrás la mirada,
a la extensa distancia del tiempo en que partí,
aún le sigo escuchando, como un canto lejano:
"Haz el bien, canta y sueña, piensa y siembra el saber”.
Lo imagino rodeado de palomas muy blancas,
lo recuerda mi niño desde el hombre que soy.
Qué poquito homenaje para quien me dio tanto,
mi maestro, este canto  le dedico yo a usted.
Para usted, mi maestro, le dedico este canto,
la canción más hermosa que ha nacido en mí.
La canción, son los años de niño adolescente,
de libros y deberes, de tizas y de ilusión.


viernes, 6 de junio de 2014

El próximo día 24 de junio s las 20'30 se va a presentar en la Fundación Rafael Alberti mi libro Desde lo hondo. Un libro de poemas en el que se recoge mi experiencia y mis vivencias después de casi veinte años trabajando en la Pastoral Penitenciaria en Puerto I y Puerto II.