lunes, 26 de diciembre de 2011

SONETO DE LA NATIVIDAD

El silencio nocturno se rompió
con un llanto infantil recién nacido
con el que Dios decía que había cumplido
lo que durante siglos se anunció.

Ese llanto quizás nadie lo oyó,
porque, en aquel portal pobre y perdido,
sólo José es testigo que ha asistido
a ese momento en el que Dios nació.

María acuna al Niño con dulzura
y su manto lo abriga contra el frío
de aquella madrugada tan oscura.

Siente en su cuerpo un fuerte escalofrío:
"¡Déjame que te abrace hasta la hartura
ahora que eres solamente mío!"

No hay comentarios:

Publicar un comentario