jueves, 19 de enero de 2012

REBAJAS DE ENERO

Estamos en pleno mes de las rebajas. Cada año, al llegar estas fechas, los comercios empapelan sus paredes y escaparates con atractivos anuncios en los que se reclama nuestra atención sobre los inmejorables descuentos que se nos ofrecen. Compre, adquiera, obtenga, disfrute y otros verbos por el estilo constituyen la llamada de atención de las gangas que se nos ponen al alcance de nuestros decrépitos y depauperados bolsillos, ya esquilmados tras la reciente celebración navideña. Son las rebajas de enero.
            Pero, este año, esas rebajas han alcanzado un ámbito mayor de actuación porque, junto a las tradicionales ofertas comerciales, han aparecido otras rebajas mucho más importantes y trascendentes que, inmersas en el maremagno de las otras, pueden pasar desapercibidas. Me refiero a la rebajas que la crisis y las medidas políticas adoptadas en torno a ella nos han impuesto y que están provocando nuestra asfixia en el cotidiano y denodado esfuerzo por la supervivencia.
            Rebajas de los sueldos; rebajas, por tanto, de nuestro poder adquisitivo. Rebajas de los puestos de trabajo, cuya oferta ha desaparecido del panorama laboral, y que ha convertido el encuentro de un empleo en misión imposible o en una nueva versión de aquello de la aguja y el pajar. Rebajas de las asistencias sanitarias y farmacológicas, como si lo de ponerse enfermo fuera cuestión de capricho o de voluntad o hubiéramos convertido el acudir al médico o a la farmacia en un hábito, como el del tabaco, perjudicial para la salud y del que, por tanto, convendría desengancharnos. Rebajas en las prestaciones sociales por las que tanto se luchó y que costaron tanto trabajo conseguir y que han ido añadiendo calidad y bienestar a nuestra vida, volviendo, de alguna manera a aquella situación, que ya creíamos superada definitivamente, en la que sólo podían acceder a determinados servicios los que tenían el dinero suficiente para adquirirlos. Rebajas en la calidad de la enseñanza pública, que convierte los centros educativos en auténticas guarderías en las que se “aparcan” niños, adolescentes y jóvenes, sin importar tanto el contenido académico de las materias que se imparten cuanto el que los alumnos estén allí recogidos el mayor tiempo posible.
            Rebajas sangrantes y dolorosas que ponen de manifiesto cómo esta maldita crisis ha vuelto a conseguir que aumenten las distancias entre ricos y pobres; que familias trabajadoras, humildes y sencillas, hayan pasado a engrosar la lista de parados y a formar parte de la vergonzosa cola de quienes esperan pacientemente una pequeña ayuda por parte de las instituciones religiosas para poder comer; que los bancos sigan publicando impúdicamente sus cifras de astronómicas y multimillonarias ganancias, mientras continúan recibiendo inyecciones económicas por parte de un estado más preocupado por contentar a los gerifaltes de las altas finanzas que por permitir que la mayoría silenciosa de la población viva con un mínimo de dignidad; que hablemos de solidaridad cuando cinco millones de personas sin trabajo, la mayoría de ellos jóvenes, caminan como auténticos muertos vivientes por las aceras de nuestras ciudades pordioseando un empleo a cambio de un sueldo ridículo e insultante.
            Por eso sueño con un mes de enero de algún año en el que encuentre en medio de la calle un enorme cartel en el que pueda leer: REBAJAS DE ENERO. SE REBAJAN LA INJUSTICIA, LAS DESIGUALDADES Y LOS CONTINUOS ATROPELLOS QUE SUFREN EN NUESTRA SOCIEDAD LOS MÁS POBRES Y DESGRACIADOS.

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